Bueno cualquiera que se encuentre con esta novela inconclusa de tres trazos puede leer e irse porque aqui no ha pasado nada, será mejor borrarla?
Yo estoy más perdida de lo que está el texto.
Alguna vez hicimos cuentos muy buenos, en monterrey en aquellas cantinas de mala muerte que pocos atrevían a dar el paso en el interior y otros pocos pedían una cerveza, pero adentro era un lugar mágica donde solo pocos podíamos verlos en su habitat natural aquellos personajes de fantasía que vivían y se divertían en ese lugar.
Este fue el propósito perdido y yo no lo he podido encontrar
viernes, 29 de mayo de 2009
martes, 19 de junio de 2007
¿Pero que ha pasado? ¿me habré perdido acaso? nos gusta jugar con los personajes, nos gusta ser dioses
Eloy Mier, que nombre y apellido tan estúpido le habían heredado sus padres.
Eso pensaba a diario Eloy Mier, cuando sus compañeritos de la escuela le gastaban hartas bromas -Maestra, Mier da la clase -decía Pedrito- mirando de reojo al regordete Eloy...
Eloy nunca existió, ¿se llama Eloy? ¿Y me creíste?
Bueno Grecia si existe, bueno... los demás también ¿Pero Eloy? era toda una fantasía, nunca lo conocí, era un niño muy tímido y nunca quiso invitarme a ningún lado por más que le hubiera abierto las piernas disimuladamente cuando me aburría en clase de literatura, con puras fantasias de extraño ¿Cuál es el merito? si yo me la paso jodiendo a "Eloy". Eloy no existe, pero también es mi fantasía; ¿No es cierto? Por qué no habría de odiarlo y ponerle un nombre tan odioso como Eloy si nunca me peló, si nunca miró cuando abría las piernas en lo que él, el muy ñoño se le saltaban los ojos cuando la maestra leía los cuentitos de Kafka, maldito niño raro.
Pero aprenderé a convertirme en cucaracha haber si así me hace caso. Eloy no existe, pero existe para mí, ese ser repulsivo escarabajiento que jode como si tuviera cayos; pero ¿Eloy no existe? Claro que existe, existe para mí. Lo han violado, lo han torturado con su nombre, es otro homosexual más en el mundo absurdo, Eloy no existe, pero lo he matado; lo maté. Murió, pero eloy ayer me habló por teléfono y he decidido que volvió, pero si lo he matado... he pensado que de todos modos no existe ¿O sí?.
Eloy era un niño tímido, que le gustaba jugar con los ojos cuando escuchaba una buena literatura, conoció a Grecia a sus 13 años, era su novia desde los 10; la había conquistado cuando le cantó un poema por la ventana y ella con las piernas al aire sentada en la ventana lo escuchaba. mientras su madre tenía las piernas y el busto en la calle esperando un carro, no quería ser como ella, pero se sentía comoda mostrandole las piernas a eloy por la ventana. Martito amaba a Grecia, pero ella amaba la poesía.
Martito se a acostumbrado al bouyerismo, yo también, le agarro la mano cuando escucho a Eloy recitar y él me la aprieta al ver a Grecia en la ventana.
Eloy Mier, que nombre y apellido tan estúpido le habían heredado sus padres.
Eso pensaba a diario Eloy Mier, cuando sus compañeritos de la escuela le gastaban hartas bromas -Maestra, Mier da la clase -decía Pedrito- mirando de reojo al regordete Eloy...
Eloy nunca existió, ¿se llama Eloy? ¿Y me creíste?
Bueno Grecia si existe, bueno... los demás también ¿Pero Eloy? era toda una fantasía, nunca lo conocí, era un niño muy tímido y nunca quiso invitarme a ningún lado por más que le hubiera abierto las piernas disimuladamente cuando me aburría en clase de literatura, con puras fantasias de extraño ¿Cuál es el merito? si yo me la paso jodiendo a "Eloy". Eloy no existe, pero también es mi fantasía; ¿No es cierto? Por qué no habría de odiarlo y ponerle un nombre tan odioso como Eloy si nunca me peló, si nunca miró cuando abría las piernas en lo que él, el muy ñoño se le saltaban los ojos cuando la maestra leía los cuentitos de Kafka, maldito niño raro.
Pero aprenderé a convertirme en cucaracha haber si así me hace caso. Eloy no existe, pero existe para mí, ese ser repulsivo escarabajiento que jode como si tuviera cayos; pero ¿Eloy no existe? Claro que existe, existe para mí. Lo han violado, lo han torturado con su nombre, es otro homosexual más en el mundo absurdo, Eloy no existe, pero lo he matado; lo maté. Murió, pero eloy ayer me habló por teléfono y he decidido que volvió, pero si lo he matado... he pensado que de todos modos no existe ¿O sí?.
Eloy era un niño tímido, que le gustaba jugar con los ojos cuando escuchaba una buena literatura, conoció a Grecia a sus 13 años, era su novia desde los 10; la había conquistado cuando le cantó un poema por la ventana y ella con las piernas al aire sentada en la ventana lo escuchaba. mientras su madre tenía las piernas y el busto en la calle esperando un carro, no quería ser como ella, pero se sentía comoda mostrandole las piernas a eloy por la ventana. Martito amaba a Grecia, pero ella amaba la poesía.
Martito se a acostumbrado al bouyerismo, yo también, le agarro la mano cuando escucho a Eloy recitar y él me la aprieta al ver a Grecia en la ventana.
miércoles, 6 de junio de 2007
Edgardo tiene cuarenta y cinco o cuarenta y seis años, no lo recuerdo bien. Tiene la barba espesa y del cuello le pende una bendición que se mantiene hermética y un oso de oro. Entre sus dedos tiene la crema del café. Mientras habla conmigo mueve los botecitos. Los mueve entre sus dedos sin darse cuenta, de manera involuntaria. En ese momento saco la libreta de mi morral y anoto: “mientras habla conmigo, Edgardo mueve la crema del café entre los dedos.”
Recolecto frases. Alguna vez escuché, en un tertulia, de un hombre que las coleccionaba. Yo no las colecciono, porque coleccionarlas sería atesorarlas y las frases no le pertenecen a nadie. Las frases se perteneces a sí mismas. Las recolecto y las guardo en mi memoria hasta que se me escurren por el cuello por el hombro y por los brazos hasta salírseme por los yemas de los dedos.
Llegué al Samborns faltando sólo un poco para las seis de la tarde. Me senté, pedí un americano y abrí el libro. Estuve leyendo un poco y entonces llegó Edgardo. Lo vi desde lejos, desde el momento en que entró. Sus ojos rojos y sus movimientos torpes nunca lo abandonaban; comenzó a meterse coca desde los diecisiete años.
“No encontraba la cois y necesitaba un jalón para levantarme; disculpa”, me dijo cuando vi el reloj mientras él se sentaba. Yo no respondí y seguí leyendo por un momento. Levantó la mano y pidió una naranjada a la mesera. “Ándale Grecia, ya no estés enojada conmigo”, añadió mientras me tomaba la mano.
Recolecto frases. Alguna vez escuché, en un tertulia, de un hombre que las coleccionaba. Yo no las colecciono, porque coleccionarlas sería atesorarlas y las frases no le pertenecen a nadie. Las frases se perteneces a sí mismas. Las recolecto y las guardo en mi memoria hasta que se me escurren por el cuello por el hombro y por los brazos hasta salírseme por los yemas de los dedos.
Llegué al Samborns faltando sólo un poco para las seis de la tarde. Me senté, pedí un americano y abrí el libro. Estuve leyendo un poco y entonces llegó Edgardo. Lo vi desde lejos, desde el momento en que entró. Sus ojos rojos y sus movimientos torpes nunca lo abandonaban; comenzó a meterse coca desde los diecisiete años.
“No encontraba la cois y necesitaba un jalón para levantarme; disculpa”, me dijo cuando vi el reloj mientras él se sentaba. Yo no respondí y seguí leyendo por un momento. Levantó la mano y pidió una naranjada a la mesera. “Ándale Grecia, ya no estés enojada conmigo”, añadió mientras me tomaba la mano.
miércoles, 30 de mayo de 2007
Pero si todo era tan confuso, un asesinato te transforma, te hela la sangre y la colorea a un azul intenso que es necesario asolearte como lagartija lo más posible en tiempo de verano para tener un poco de humanidad si es que aún sobra algo.
Pero hacía frío, en pleno invierno, el cuerpo de ELoy estába esparcido en cenizas, se había tragado un poco de ellas cuando después de cremarlo su familia decidió aventarlo en la montaña para que le fuera más fácil ascender, pero no resultaba, las cenizas se caían al vacío y ella tras de una piedra a lo lejos saboreo algunas particulas que llegaron hasta su lengua. Eloyy, suspiraba el viento algunos trazos de su existencia. ¿Pero cuando terminaría de dolerle? Martito la observaba a lo lejos, ella no pudo percibirlo por su ensimismamiento y el sabor de Eloy en sus labios. Martito buscaba venganza.
Pero hacía frío, en pleno invierno, el cuerpo de ELoy estába esparcido en cenizas, se había tragado un poco de ellas cuando después de cremarlo su familia decidió aventarlo en la montaña para que le fuera más fácil ascender, pero no resultaba, las cenizas se caían al vacío y ella tras de una piedra a lo lejos saboreo algunas particulas que llegaron hasta su lengua. Eloyy, suspiraba el viento algunos trazos de su existencia. ¿Pero cuando terminaría de dolerle? Martito la observaba a lo lejos, ella no pudo percibirlo por su ensimismamiento y el sabor de Eloy en sus labios. Martito buscaba venganza.
jueves, 24 de mayo de 2007
Todavía resbalaba la sanguinolenta materia sobre la navaja cromada. Frotaba con un pañuelo color marfil de adelante para atrás el objeto punzo-cortante mientras se iba tiñendo de rojo. Esos movimientos asemejaban una masturbación y en cierto modo, esta imagen la excitaba sobremanera.
No quería dejar rastro alguno de plaquetas ni glóbulos rojos, quería guardar el arma del crimen como un trofeo brillante, un premio por haberse liberado de un engaño. La escondería en alguna parte de su departamento y cuando sintiera que alguien tomaba las riendas de su vida, aprovechándose de su buena fe y su caribeño cuerpo, vería el reflejo de sus ojos tristes en esa navaja, como lo hacía ahora.
Se preguntaba de qué manera se puede ser tan patán y tan imbécil, ¿ a poco no era suficiente que le hubiera perdonado el parecido a su padre? que tanto asco le daba; o también que le perdonara sus llegadas tarde y que a veces no durara tanto en la cama, si claro, todo eso era perdonable pero perdonarle una infidelidad como la que presenció con el tal Martito jotito, putito ese, eso si que no.
Minutos antes, Eloy y ella compartían el lecho, entre sudor y gemidos. Después de tantos momentos de intimidad compartida deseaba que antes de empujarlo a cruzar de la vida a la muerte, sus pensamientos fueran de placer, todavía escurrían por sus estrechos pliegues del ano, las últimas blancuzcas partículas de vida de Eloy. Tenía ese sentimiento ambiguo, contrastante, agridulce. Sí , sentía placer y pena al mismo tiempo
Ya nunca pronunciaría su nombre, era una promesa que se había hecho. Ni al momento de confesar sus delito ante alguien. Tendría que llamarlo a Eloy de otra forma, tal vez, como lo hacía en sus jugueteos sexuales, se le vino a la mente la primera vez que bromearon al respecto, después de que ella apretará con tal fuerza su pene que el perdió la respiración por fracciones de segundos. Si aquella vez ella estaba con el sin lucro de por medio, caricias provenientes del mero hecho de compartir su calor y soledad con él.
− ¿Grecia sabes por qué les dicen gatos a los maricones?− Le decía Eloy mientras recorría su espalda lentamente hacía abajo.
− Por resbalosos…− contestaba Grecia mientras reía.
−No − seguía acariciándole la espalda bajando lentamente hasta que llegó al ano y metió el índice estrepitosamente−. Les dicen porque les soban la espalda y te paran la cola…
−¡Ay Tonto! Entonces tú eres Garfield o Kitty… No no eres Félix el gato.
−¡Miau!
Y los dos reían como locos, mientras comenzaban a tocarse entre espasmos de placer.
Después de terminar de limpiar todo. Y Aprovechando que eran las cuatro de la madrugada. Tomó sus pertenencias, las guardó en una bolsa y salió de la casa con ropa de Eloy. Sabía que la vecina era metiche, pero algo miope y vio cuando entro Eloy acompañado de una mujer, es decir él, entonces las sospechas recaerían directamente del hombre que saliera de la casa, en el caso de que lo llegarán a ver. Se dirigía a la casa de Gaby, al salir se dijo a sí misma, en voz muy baja, como convenciéndose
− Pinche resbaloso, eres igual de ladino como ese pinche gato negro, el gato Félix. Sí. Te merecías que te atravesará el corazón.
No quería dejar rastro alguno de plaquetas ni glóbulos rojos, quería guardar el arma del crimen como un trofeo brillante, un premio por haberse liberado de un engaño. La escondería en alguna parte de su departamento y cuando sintiera que alguien tomaba las riendas de su vida, aprovechándose de su buena fe y su caribeño cuerpo, vería el reflejo de sus ojos tristes en esa navaja, como lo hacía ahora.
Se preguntaba de qué manera se puede ser tan patán y tan imbécil, ¿ a poco no era suficiente que le hubiera perdonado el parecido a su padre? que tanto asco le daba; o también que le perdonara sus llegadas tarde y que a veces no durara tanto en la cama, si claro, todo eso era perdonable pero perdonarle una infidelidad como la que presenció con el tal Martito jotito, putito ese, eso si que no.
Minutos antes, Eloy y ella compartían el lecho, entre sudor y gemidos. Después de tantos momentos de intimidad compartida deseaba que antes de empujarlo a cruzar de la vida a la muerte, sus pensamientos fueran de placer, todavía escurrían por sus estrechos pliegues del ano, las últimas blancuzcas partículas de vida de Eloy. Tenía ese sentimiento ambiguo, contrastante, agridulce. Sí , sentía placer y pena al mismo tiempo
Ya nunca pronunciaría su nombre, era una promesa que se había hecho. Ni al momento de confesar sus delito ante alguien. Tendría que llamarlo a Eloy de otra forma, tal vez, como lo hacía en sus jugueteos sexuales, se le vino a la mente la primera vez que bromearon al respecto, después de que ella apretará con tal fuerza su pene que el perdió la respiración por fracciones de segundos. Si aquella vez ella estaba con el sin lucro de por medio, caricias provenientes del mero hecho de compartir su calor y soledad con él.
− ¿Grecia sabes por qué les dicen gatos a los maricones?− Le decía Eloy mientras recorría su espalda lentamente hacía abajo.
− Por resbalosos…− contestaba Grecia mientras reía.
−No − seguía acariciándole la espalda bajando lentamente hasta que llegó al ano y metió el índice estrepitosamente−. Les dicen porque les soban la espalda y te paran la cola…
−¡Ay Tonto! Entonces tú eres Garfield o Kitty… No no eres Félix el gato.
−¡Miau!
Y los dos reían como locos, mientras comenzaban a tocarse entre espasmos de placer.
Después de terminar de limpiar todo. Y Aprovechando que eran las cuatro de la madrugada. Tomó sus pertenencias, las guardó en una bolsa y salió de la casa con ropa de Eloy. Sabía que la vecina era metiche, pero algo miope y vio cuando entro Eloy acompañado de una mujer, es decir él, entonces las sospechas recaerían directamente del hombre que saliera de la casa, en el caso de que lo llegarán a ver. Se dirigía a la casa de Gaby, al salir se dijo a sí misma, en voz muy baja, como convenciéndose
− Pinche resbaloso, eres igual de ladino como ese pinche gato negro, el gato Félix. Sí. Te merecías que te atravesará el corazón.
martes, 15 de mayo de 2007
Camino, con la poca velocidad que se consigue en pocos pasos: lo ancho de la banqueta. Antes de llegar a la calle doy vuelta repentinamente, mientras giro la cabeza. Sí, exagero, lo suficiente para que se me agite el cabello, es lo que les gusta a mis clientes. Después de todo es mío, es natural y no una pinche peluca. Siempre que lo hago me imagino a la noche. La imagino e imagino a mis cabellos como filosos cuchillos que la cortan para dejar pasar la luz. Luz de mis amores, que me ilumina.
Me llamo Grecia. Por las noches hago sexo y por el día poesía. Aunque casi siempre que me están cogiendo, para evitar el dolor, pienso en el siguiente texto que publicaré: el sexo se me mezcla con las letras. El nombre de mi blog: trestrazos. Así, unido, como las tres cicatrices de mi espalda. Esas que me hizo mi padre cuando aún era niña, o niño, cómo me quieras poner en las notas que tomes de mi vida.
La infancia. En ese entonces Grecia aún no existía, estaba contenida en la mente de Eduardo. Se escondía, esparcida en infinitas partículas por entre los recovecos mentales, dentro de sentimientos que jamás había experimentado. Poco a poco fue adquiriendo forma, se fue configurando hasta convertirse en esa que está parada allí, a un lado mío. La veo moverse adelante y atrás, la veo pensativa cada vez que agita su cabello entre la noche.
Comenzó a asomarse en las pulseritas de colores. De su muñeca colgaban cuentas de resina, unas con forma de osito y otras de mariposa. Entre ellas uno que otro corazón de metal cromado. Siempre que caminaba se preocupaba por agitar los brazos casi estrepitosamente, para que quien pasara a su lado volteara a verle las pulseras y volteara a verlo a él, porque él se encuentra contenido en ella.
Cuando se lo dijo, Gabriela estaba sentada en la sala de su casa, escuchando “Como han pasado los años…” No creía que alguien como Grecia pudiera llegar a cometer un asesinato. Y más que pudiera matar a alguien a quien quería tanto. Si bien era grade de cuerpo, su carácter reflejaba la sumisión de quien se siente vulnerable ante todos.
A él lo conoció cuando cambió de lugar. Llegaba todas las madrugadas, como a eso de las tres, cuando ella aún estaba allí. Ahora el lugar acostumbrado era Gonzalitos, casi llegando a Madero. Siempre le decía que estaba escribiendo y que, como no podía dormir, decidió salir a dar un paseo. Así se consumían la noche juntos, fumando y platicando a distancia para no espantar a sus clientes: ella en la banqueta, él sentado entre los autos. Se llamaba Félix.
martes, 8 de mayo de 2007
Nací en una época poco buena para el calendario, mi madre que en el parto murió sabiendolo tenía el calendario siempre la mano esperando a que yo naciera. nací a las 12:01 de la madrugada; por eso aún en el parto esperaba la hora en que naciera para poder ver mi nombre.
Era el día de San Marta, ella aliviada y con su ultimo aliento de vida me nombró marto, martito.
Fue la desgracia de mi nombre hasta en mi familia, mi padre no pudo cambiar el nombre que mi madre había escogido para mí, por su recuerdo. había peleado mucho con mi madre con lo del nombre, él no quería que se escogiera en un calendario con los nombres de los santos, pero muerta ella cumplió su deseo.
toda mi vida parecía volcarse en diminutivo, marTITO... tonTITO... puTITO, miles de burlas diminutivas nacían de mi nombre.
Pero Entonces conocí a Eloy...
Era el día de San Marta, ella aliviada y con su ultimo aliento de vida me nombró marto, martito.
Fue la desgracia de mi nombre hasta en mi familia, mi padre no pudo cambiar el nombre que mi madre había escogido para mí, por su recuerdo. había peleado mucho con mi madre con lo del nombre, él no quería que se escogiera en un calendario con los nombres de los santos, pero muerta ella cumplió su deseo.
toda mi vida parecía volcarse en diminutivo, marTITO... tonTITO... puTITO, miles de burlas diminutivas nacían de mi nombre.
Pero Entonces conocí a Eloy...
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