Pero si todo era tan confuso, un asesinato te transforma, te hela la sangre y la colorea a un azul intenso que es necesario asolearte como lagartija lo más posible en tiempo de verano para tener un poco de humanidad si es que aún sobra algo.
Pero hacía frío, en pleno invierno, el cuerpo de ELoy estába esparcido en cenizas, se había tragado un poco de ellas cuando después de cremarlo su familia decidió aventarlo en la montaña para que le fuera más fácil ascender, pero no resultaba, las cenizas se caían al vacío y ella tras de una piedra a lo lejos saboreo algunas particulas que llegaron hasta su lengua. Eloyy, suspiraba el viento algunos trazos de su existencia. ¿Pero cuando terminaría de dolerle? Martito la observaba a lo lejos, ella no pudo percibirlo por su ensimismamiento y el sabor de Eloy en sus labios. Martito buscaba venganza.
miércoles, 30 de mayo de 2007
jueves, 24 de mayo de 2007
Todavía resbalaba la sanguinolenta materia sobre la navaja cromada. Frotaba con un pañuelo color marfil de adelante para atrás el objeto punzo-cortante mientras se iba tiñendo de rojo. Esos movimientos asemejaban una masturbación y en cierto modo, esta imagen la excitaba sobremanera.
No quería dejar rastro alguno de plaquetas ni glóbulos rojos, quería guardar el arma del crimen como un trofeo brillante, un premio por haberse liberado de un engaño. La escondería en alguna parte de su departamento y cuando sintiera que alguien tomaba las riendas de su vida, aprovechándose de su buena fe y su caribeño cuerpo, vería el reflejo de sus ojos tristes en esa navaja, como lo hacía ahora.
Se preguntaba de qué manera se puede ser tan patán y tan imbécil, ¿ a poco no era suficiente que le hubiera perdonado el parecido a su padre? que tanto asco le daba; o también que le perdonara sus llegadas tarde y que a veces no durara tanto en la cama, si claro, todo eso era perdonable pero perdonarle una infidelidad como la que presenció con el tal Martito jotito, putito ese, eso si que no.
Minutos antes, Eloy y ella compartían el lecho, entre sudor y gemidos. Después de tantos momentos de intimidad compartida deseaba que antes de empujarlo a cruzar de la vida a la muerte, sus pensamientos fueran de placer, todavía escurrían por sus estrechos pliegues del ano, las últimas blancuzcas partículas de vida de Eloy. Tenía ese sentimiento ambiguo, contrastante, agridulce. Sí , sentía placer y pena al mismo tiempo
Ya nunca pronunciaría su nombre, era una promesa que se había hecho. Ni al momento de confesar sus delito ante alguien. Tendría que llamarlo a Eloy de otra forma, tal vez, como lo hacía en sus jugueteos sexuales, se le vino a la mente la primera vez que bromearon al respecto, después de que ella apretará con tal fuerza su pene que el perdió la respiración por fracciones de segundos. Si aquella vez ella estaba con el sin lucro de por medio, caricias provenientes del mero hecho de compartir su calor y soledad con él.
− ¿Grecia sabes por qué les dicen gatos a los maricones?− Le decía Eloy mientras recorría su espalda lentamente hacía abajo.
− Por resbalosos…− contestaba Grecia mientras reía.
−No − seguía acariciándole la espalda bajando lentamente hasta que llegó al ano y metió el índice estrepitosamente−. Les dicen porque les soban la espalda y te paran la cola…
−¡Ay Tonto! Entonces tú eres Garfield o Kitty… No no eres Félix el gato.
−¡Miau!
Y los dos reían como locos, mientras comenzaban a tocarse entre espasmos de placer.
Después de terminar de limpiar todo. Y Aprovechando que eran las cuatro de la madrugada. Tomó sus pertenencias, las guardó en una bolsa y salió de la casa con ropa de Eloy. Sabía que la vecina era metiche, pero algo miope y vio cuando entro Eloy acompañado de una mujer, es decir él, entonces las sospechas recaerían directamente del hombre que saliera de la casa, en el caso de que lo llegarán a ver. Se dirigía a la casa de Gaby, al salir se dijo a sí misma, en voz muy baja, como convenciéndose
− Pinche resbaloso, eres igual de ladino como ese pinche gato negro, el gato Félix. Sí. Te merecías que te atravesará el corazón.
No quería dejar rastro alguno de plaquetas ni glóbulos rojos, quería guardar el arma del crimen como un trofeo brillante, un premio por haberse liberado de un engaño. La escondería en alguna parte de su departamento y cuando sintiera que alguien tomaba las riendas de su vida, aprovechándose de su buena fe y su caribeño cuerpo, vería el reflejo de sus ojos tristes en esa navaja, como lo hacía ahora.
Se preguntaba de qué manera se puede ser tan patán y tan imbécil, ¿ a poco no era suficiente que le hubiera perdonado el parecido a su padre? que tanto asco le daba; o también que le perdonara sus llegadas tarde y que a veces no durara tanto en la cama, si claro, todo eso era perdonable pero perdonarle una infidelidad como la que presenció con el tal Martito jotito, putito ese, eso si que no.
Minutos antes, Eloy y ella compartían el lecho, entre sudor y gemidos. Después de tantos momentos de intimidad compartida deseaba que antes de empujarlo a cruzar de la vida a la muerte, sus pensamientos fueran de placer, todavía escurrían por sus estrechos pliegues del ano, las últimas blancuzcas partículas de vida de Eloy. Tenía ese sentimiento ambiguo, contrastante, agridulce. Sí , sentía placer y pena al mismo tiempo
Ya nunca pronunciaría su nombre, era una promesa que se había hecho. Ni al momento de confesar sus delito ante alguien. Tendría que llamarlo a Eloy de otra forma, tal vez, como lo hacía en sus jugueteos sexuales, se le vino a la mente la primera vez que bromearon al respecto, después de que ella apretará con tal fuerza su pene que el perdió la respiración por fracciones de segundos. Si aquella vez ella estaba con el sin lucro de por medio, caricias provenientes del mero hecho de compartir su calor y soledad con él.
− ¿Grecia sabes por qué les dicen gatos a los maricones?− Le decía Eloy mientras recorría su espalda lentamente hacía abajo.
− Por resbalosos…− contestaba Grecia mientras reía.
−No − seguía acariciándole la espalda bajando lentamente hasta que llegó al ano y metió el índice estrepitosamente−. Les dicen porque les soban la espalda y te paran la cola…
−¡Ay Tonto! Entonces tú eres Garfield o Kitty… No no eres Félix el gato.
−¡Miau!
Y los dos reían como locos, mientras comenzaban a tocarse entre espasmos de placer.
Después de terminar de limpiar todo. Y Aprovechando que eran las cuatro de la madrugada. Tomó sus pertenencias, las guardó en una bolsa y salió de la casa con ropa de Eloy. Sabía que la vecina era metiche, pero algo miope y vio cuando entro Eloy acompañado de una mujer, es decir él, entonces las sospechas recaerían directamente del hombre que saliera de la casa, en el caso de que lo llegarán a ver. Se dirigía a la casa de Gaby, al salir se dijo a sí misma, en voz muy baja, como convenciéndose
− Pinche resbaloso, eres igual de ladino como ese pinche gato negro, el gato Félix. Sí. Te merecías que te atravesará el corazón.
martes, 15 de mayo de 2007
Camino, con la poca velocidad que se consigue en pocos pasos: lo ancho de la banqueta. Antes de llegar a la calle doy vuelta repentinamente, mientras giro la cabeza. Sí, exagero, lo suficiente para que se me agite el cabello, es lo que les gusta a mis clientes. Después de todo es mío, es natural y no una pinche peluca. Siempre que lo hago me imagino a la noche. La imagino e imagino a mis cabellos como filosos cuchillos que la cortan para dejar pasar la luz. Luz de mis amores, que me ilumina.
Me llamo Grecia. Por las noches hago sexo y por el día poesía. Aunque casi siempre que me están cogiendo, para evitar el dolor, pienso en el siguiente texto que publicaré: el sexo se me mezcla con las letras. El nombre de mi blog: trestrazos. Así, unido, como las tres cicatrices de mi espalda. Esas que me hizo mi padre cuando aún era niña, o niño, cómo me quieras poner en las notas que tomes de mi vida.
La infancia. En ese entonces Grecia aún no existía, estaba contenida en la mente de Eduardo. Se escondía, esparcida en infinitas partículas por entre los recovecos mentales, dentro de sentimientos que jamás había experimentado. Poco a poco fue adquiriendo forma, se fue configurando hasta convertirse en esa que está parada allí, a un lado mío. La veo moverse adelante y atrás, la veo pensativa cada vez que agita su cabello entre la noche.
Comenzó a asomarse en las pulseritas de colores. De su muñeca colgaban cuentas de resina, unas con forma de osito y otras de mariposa. Entre ellas uno que otro corazón de metal cromado. Siempre que caminaba se preocupaba por agitar los brazos casi estrepitosamente, para que quien pasara a su lado volteara a verle las pulseras y volteara a verlo a él, porque él se encuentra contenido en ella.
Cuando se lo dijo, Gabriela estaba sentada en la sala de su casa, escuchando “Como han pasado los años…” No creía que alguien como Grecia pudiera llegar a cometer un asesinato. Y más que pudiera matar a alguien a quien quería tanto. Si bien era grade de cuerpo, su carácter reflejaba la sumisión de quien se siente vulnerable ante todos.
A él lo conoció cuando cambió de lugar. Llegaba todas las madrugadas, como a eso de las tres, cuando ella aún estaba allí. Ahora el lugar acostumbrado era Gonzalitos, casi llegando a Madero. Siempre le decía que estaba escribiendo y que, como no podía dormir, decidió salir a dar un paseo. Así se consumían la noche juntos, fumando y platicando a distancia para no espantar a sus clientes: ella en la banqueta, él sentado entre los autos. Se llamaba Félix.
martes, 8 de mayo de 2007
Nací en una época poco buena para el calendario, mi madre que en el parto murió sabiendolo tenía el calendario siempre la mano esperando a que yo naciera. nací a las 12:01 de la madrugada; por eso aún en el parto esperaba la hora en que naciera para poder ver mi nombre.
Era el día de San Marta, ella aliviada y con su ultimo aliento de vida me nombró marto, martito.
Fue la desgracia de mi nombre hasta en mi familia, mi padre no pudo cambiar el nombre que mi madre había escogido para mí, por su recuerdo. había peleado mucho con mi madre con lo del nombre, él no quería que se escogiera en un calendario con los nombres de los santos, pero muerta ella cumplió su deseo.
toda mi vida parecía volcarse en diminutivo, marTITO... tonTITO... puTITO, miles de burlas diminutivas nacían de mi nombre.
Pero Entonces conocí a Eloy...
Era el día de San Marta, ella aliviada y con su ultimo aliento de vida me nombró marto, martito.
Fue la desgracia de mi nombre hasta en mi familia, mi padre no pudo cambiar el nombre que mi madre había escogido para mí, por su recuerdo. había peleado mucho con mi madre con lo del nombre, él no quería que se escogiera en un calendario con los nombres de los santos, pero muerta ella cumplió su deseo.
toda mi vida parecía volcarse en diminutivo, marTITO... tonTITO... puTITO, miles de burlas diminutivas nacían de mi nombre.
Pero Entonces conocí a Eloy...
martes, 1 de mayo de 2007
Eduardo Cota. Lalo para los gandules callejeros que lo trataban y mejor conocido como Grecia en el mundo de las drag queens. Se encontraba todas las noches apoyada en sus tacones dorados y acomodándose sus grandes senos de silicona que tanto le habían costado, esperando que la hormona se le agitará a algún conductor de moral distraída que merodiara por su zona a altas horas de la madrugada. Así era su rutina laboral desde que tenía quince años.
A esta vida había incursionado por necesidad, déspues que una noche su padre un viejo calvo y gordo, fumador compulsivo de Marlboro rojo, en una de sus tantas noches de juerga andando ebrio, ya cansado de ver sus delicados movimientos, le propino una golpiza y le dejo claro que para él ya no tenía hijo y que nunca lo tuvo. La madre de Eduardo, señora sumisa y de mirada triste, no dijo palabra alguna y solamente rodó por su cara un bosquejo de lágrima. Con tristeza trató retenerle la mirada a Eduardo sin tener éxito y se limito a agachar la cabeza. Eduardo entendió el mensaje de su madre y tomó sus cosas para no volver. Esa sería la última vez que vería a sus padres…
Él ya había visto a las “Chicas” en la avenida esperando por vender sus caricias. Esa noche intento acercarse a ellas, pero tenía algo de miedo y timidez. Así que se dedicó a observar como era el ritual, hasta que le ganó el cansancio y decidió ir a buscar en un parque cercano un lugar donde dormir.
Al otro día fue al banco a buscar a su hermana Teresa y le contó la situación, le pidió una ayuda económica. Teresa tenía un dinerito ahorrado porque estaba en proceso de casarse, ella lo abrazo fuertemente y le dijo − Eduardo toma este dinero y busca donde dormir, sé que no tienes muchos amigos y que te encuentras una situación difícil pero yo ya no puedo hacer más. Estoy a punto de iniciar una vida. Espero comprendas…
Eduardo la abrazo y tomó el dinero de su hermana. No tenía tiempo para lloriqueos y menos para sentir autocomplacencia. Con ese dinero rento un cuarto de hotel barato y volvió al lugar de las chicas. Sabía cual era el siguiente paso. Les pagaría por que le enseñaran que hacer y como manejarse en el negocio. Esa sería su vida, así lo había decidido.
Así es como conocería a “Gabriela” una veterana en la escena. Se le acercó y antes de poder decirle algo, Gabriela con voz grave y ese tonito característico de las vestidas le dijo − Acércate mushasho no muerdo− guiñándole el ojo de manera coqueta − Si tienes dinero puedes tocarme toda y movía la lengua como un péndulo acompasado.
Eduardo se aproximó. − mmm yo te pago pero… ¡Enséñame a ser como tú!.
Gabriela comenzó a reír como loca, después lo miro fijamente a los ojos y le dijo
−Mi niño − empezó a reír con discreción − ¿o tendría que decirte mi niña?. Esto es algo difícil y poco recomendable, mejor regresa a tu casa. Eduardo después de esta respuesta comenzó a llorar. Gabriela comprendió y desde ese entonces, ella fue su maestra. De ella aprendió a transformarse en “mujer”. Ella fue la que le puso Grecia, porque se le hacía sofisticado. A parte como una broma “Grecia no se hizo en un día”.
Eduardo se aproximó. − mmm yo te pago pero… ¡Enséñame a ser como tú!.
Gabriela comenzó a reír como loca, después lo miro fijamente a los ojos y le dijo
−Mi niño − empezó a reír con discreción − ¿o tendría que decirte mi niña?. Esto es algo difícil y poco recomendable, mejor regresa a tu casa. Eduardo después de esta respuesta comenzó a llorar. Gabriela comprendió y desde ese entonces, ella fue su maestra. De ella aprendió a transformarse en “mujer”. Ella fue la que le puso Grecia, porque se le hacía sofisticado. A parte como una broma “Grecia no se hizo en un día”.
Grecia nunca había tenído un sentimiento hacia sus clientes, era profesional en el arte que le daba de comer y que le ayudaba en su mutación a mujer, le faltaba poco para darle fin a su miembro viril, que tanta repulsión le daba en su cuerpo y transformarse en toda una chica.
Todo iba bien pero una noche llegó un cliente, por lo general les preguntaba su nombre para romper el hielo. Había tenido una noche tranquila sin mucha clientela, cuando se aproximó un Volvo platino, con unos polarizados que no dejaban ver el interior. Lo de los polarizados nunca le dio buena espina a Grecia, pero tenía que talonear y no quedaba de otra. Camino con firmesa y apretujaba sus “nenas” para que el cliente viera la mercancía.
−¿Cómo te llamas Guapo?- mientras mascaba un chicle de menta y miraba el interior del lujoso coche.
−Eloy. −Contestó sin mucha expresividad−. ¿Y tú?
−Soy Grecia.
En eso Grecia ya tocaba a Eloy en la entrepierna mientras decía lo clásico “setenta por el “wuawis” más el condón”. Ocurrió lo que tenía que ocurrir sin complicaciones.
Después del trabajo Eloy le pagó por sus servicios sin más ni más, pero con una expresión en la cara de haber saciado su placer y se despidió diciendo “Grecia, nos estaremos viendo y haber si luego quieres pasar la noche conmigo, total dinero tengo”. Y arrancó rápidamente y se desvaneció en el espació urbano.
−¿Cómo te llamas Guapo?- mientras mascaba un chicle de menta y miraba el interior del lujoso coche.
−Eloy. −Contestó sin mucha expresividad−. ¿Y tú?
−Soy Grecia.
En eso Grecia ya tocaba a Eloy en la entrepierna mientras decía lo clásico “setenta por el “wuawis” más el condón”. Ocurrió lo que tenía que ocurrir sin complicaciones.
Después del trabajo Eloy le pagó por sus servicios sin más ni más, pero con una expresión en la cara de haber saciado su placer y se despidió diciendo “Grecia, nos estaremos viendo y haber si luego quieres pasar la noche conmigo, total dinero tengo”. Y arrancó rápidamente y se desvaneció en el espació urbano.
Ella se quedo con una cierta sensación que no podía describir. Y no sabía a que se debía. Volvió a su esquina a esperar un cliente más, el último de la noche. Pero no pasaba gran cosa. Escuchó a lo lejos una canción que provenía de un marquis negro. “Y te soñé y te pensé en bibliotecas, en hoteles desvarié, no conocí otra mujer, con esa diáfana mirada y esa piel…” el cual se estacionó de manera repentina. Se dirigió al coche y abrió la puerta mientras un joven de larga cabellera y sutil gallardía buscaba algo.
−Hola, ¿vas a querer el servicio?
El joven comenzó a reír y le dijo
− No es lo que parece.
−¡Ash! con ese cuento a otra tonta, jijiji. Ándale seré buena eres el último de la noche.
−La verdad es que se me calleron unos tabacos y no los encuentro. ¿Me ayudas a buscarlos?
−Bueno… Ah, aquí están. Jejeje que raro yo ya haciéndome ilusiones, jejejeje oye y no te llaman la atención mis “nenas”. −Mientras frotaba sus senos en forma circular−.
−Jajajaja la verdad no se ven mal, pero no me gusta el cotorreo con hombres. Bueno me retiro. ¿Un tabaco?
−Ok. Gracias , Soy Grecia, por si luego se te ocurre andar de travieso−Gritó acomodándose la pequeña minifalda mientras el coche partía−. Encendió el tabaco que le obcequio el gallardo joven.
Al quedarse sola, el aroma de los marlboro rojos le ayudó a descifrar la sensación que le dejo el cliente del volvo platino.Le recordaba a su padre, sintió revuelto el estomago y tiró el cigarro… Le supo más amargo que de costumbre.
La próxima vez que volviera Eloy para comprar sus servicios, no sería tan bueno el trato…
−Hola, ¿vas a querer el servicio?
El joven comenzó a reír y le dijo
− No es lo que parece.
−¡Ash! con ese cuento a otra tonta, jijiji. Ándale seré buena eres el último de la noche.
−La verdad es que se me calleron unos tabacos y no los encuentro. ¿Me ayudas a buscarlos?
−Bueno… Ah, aquí están. Jejeje que raro yo ya haciéndome ilusiones, jejejeje oye y no te llaman la atención mis “nenas”. −Mientras frotaba sus senos en forma circular−.
−Jajajaja la verdad no se ven mal, pero no me gusta el cotorreo con hombres. Bueno me retiro. ¿Un tabaco?
−Ok. Gracias , Soy Grecia, por si luego se te ocurre andar de travieso−Gritó acomodándose la pequeña minifalda mientras el coche partía−. Encendió el tabaco que le obcequio el gallardo joven.
Al quedarse sola, el aroma de los marlboro rojos le ayudó a descifrar la sensación que le dejo el cliente del volvo platino.Le recordaba a su padre, sintió revuelto el estomago y tiró el cigarro… Le supo más amargo que de costumbre.
La próxima vez que volviera Eloy para comprar sus servicios, no sería tan bueno el trato…
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